miércoles, 8 de abril de 2015

Soberbia.





Tú que alardeas de algo que no eres, que dices tener la verdad absoluta, que por ti saltan como hienas sin sentido ni conocimiento de causa, para intentar o pretender herirme.


Tú que gastas una doble moral y predicas el bien sin práctica, que dices dar entrega para siempre recibir algo a cambio, reconocimiento incluso. 


¿Por qué ir por la vida de esa forma? ¿por qué mostrar una cara que ni por asomo tienes o siquiera se te asemeja? 


Pena, pena es lo que siento, porque así va el mundo, llenito de gente como tú, que hace que el resto nos tambaleemos; descontrolas nuestros sentidos incluso cuando nos topamos con sujetos similares o casi idénticos a ti. Tristeza al darnos cuenta que depositamos nuestra confianza en personas equivocadas, que más tarde o más temprano, la arrojaron a los cerdos, para empañarla y embadurnarla de estiércol.


Te crees tus propias mentiras, eres actor de una realidad que es la única que existe para ti, y por tanto la que exiges que los demás también tengan. Envuelves y engañas, engatusas y embaucas, y hasta el último momento pretendes herir, pero ¿sabes? ¿cuántos más como tu hacen falta para que tus palabras me produzcan siquiera resquemón? 


Me río, me río de tus intentos de hundirme, porque soy yo la que decido cuándo sufrir, cuándo sentir dolor e incluso por quién sentirlo. Sí, he llegado a ese estado de control absoluto de mi ser, donde soy yo la única con poder sobre mis sentidos y por supuesto sobre mis sentimientos.


Ya no me duelen los ecos del pasado, ya no son dignos de mi atención, ¿por qué habrías de serlo tú, si has sido una piedra insignificante en mi camino?. Sí, una piedra que intentó hacerme tropezar, pero que se quedó sólo en eso, en un intento. Es gracioso a lo que se puede agarrar el hombre con tal de hacer daño; una última frase, ruin y mezquina, llena de pretensiones oscuras y cargadas de soberbia, caída por supuesto en saco roto.


Odio a la gente como tú, que predica la práctica espiritual y que todos los domingos, durante media hora, se da golpecitos en el pecho, para luego crear incertidumbres y malos rollos entre las personas que le "quieren" bien. 


¿De qué sirve eso, sino es para ser un "bienqueda" a ojos de la sociedad? A mi, transparencia y verdades como puños, prefiero la crudeza de una verdad, que una mentira eterna pintada con corazones y flores de colores... VO-MI-TO!
Lo mismo tengo que explicarte este último párrafo, en un "idioma" que quizá entiendas mejor, "LA VERDAD OS HARÁ LIBRES". 


No rehuyo de mis errores, es más, ya les planté cara y me perdoné por ellos, no siento la necesidad de que nadie me perdone por algo que hice mal, y tampoco soy persona a la que le cueste pedir perdón, soy de esas que agacho la cabeza y pido disculpas con el corazón en la mano, no a boca llena, porque soy pura, porque mi corazón está lleno de amor, y no de soberbia, porque trato, si me lo permiten, de enmendar las cosas que hice mal, porque amigo, en mi no existe maldad ni esa frivolidad que tanto te caracteriza.


Soy como soy, con mis más y mis menos, como todo el mundo, pero mientras tu derrochas palabras de discriminación, llenas de mentira, yo crezco, y no crezco en balde, sino que sigo llenándome de aquello que me enriquece, y desde luego tú no perteneces a ese tipo de riqueza. 


Gracias, igualmente, por pertenecer tan sólo por unos meses a mi vida y no ser un lastre que tarde o temprano tendría que echar por la borda, me has ahorrado mucho trabajo.
Si es que... en la vida tenemos que estar agradecidos por lo que se nos da y por lo que se nos quita... GRACIAS GRACIAS Y MIL GRACIAS POR QUITAR DE MI CAMINO, LA PIEDRA DE LA SOBERBIA, Y POR PONER EN ÉL, AMOR, MUUUCHO AMOR.

No hay comentarios:

Publicar un comentario