viernes, 2 de enero de 2015

Año Nuevo, Vida Nueva.




Y pensar que hace un año lloraba por las esquinas. 


Y pensar que me sentía sola, rodeada de cientos de personas; que intentaba auto-convencerme de que la vida se vivía tan sólo una vez, y que tenía que disfrutar de ella.


Y a base de guiarme por la gente que me quiere bien, de darle un poquito más de valor a mi instinto y de tener fuerza de voluntad, empecé a ver la luz. Empecé a abrir los ojos y a pasar de un estado de auto-convencimiento, a un estado totalmente de confianza y de seguridad en mi misma. 


Podía salir de aquel año. Podía con eso y con mucho más. Siempre he estado hecha de una pasta muy dura. Y sin quererlo, empezó a suceder.


Mi vida, volvió a tomar un rumbo diferente, la noche del 31 de diciembre de 2013.


De pie, mi familia, mi hijo y yo estábamos frente a la televisión esperando, ansiosos, que empezasen a tocar las doce campanadas.



- DONGGGGG


-DONGGGGG


-DONGGGGG


Y así hasta terminar de engullir todas las uvas.


Nos envolvimos entre besos y abrazos, entre risas y llantos y, felicitaciones que se entrecortaban con el gemido de la emoción.


El ambiente estaba cargado de buenos deseos, de esperanza, de fe en nuevo año que comenzaba, en nuevo año que prometía ser mejor. Y efectivamente, así fue.


Él apareció en mi vida. 


Había estado muy cerrada en conocer gente nueva. Me resultaba imposible quedar con un chico o si quiera pensar, que podía estar frente al sexo masculino sin que no me entrase un ataque de pánico.


Me costó meses superar el dolor que me estaba consumiendo, por todo el año que había tenido. Me había divorciado, había pasado de tener a mi hijo siempre, a compartirlo por semanas. Me había enamorado perdidamente, y habían hecho añicos el concepto del amor que tenía. Quede rota, vacía, sin sentido y sin esencia. Me convertí en una persona mecanizada, en una persona que cumplía con su rutina. 


Me sumergí en el trabajo y se convirtió en mi refugio. Llegué a desear no volver a casa porque allí era donde me encontraba con la soledad y la tristeza y me envolvía noche sí y noche también entre llantos desesperados y recuerdos amargos.


Y fue el trabajo el que me brindó una nueva oportunidad que asomó sin quererlo.


Aquel paciente de la clínica donde trabajaba, había sido el único hombre que consiguió en aquel entonces, ponerme nerviosa, hacer que mi color corporal tomase un tono más rojizo de lo habitual y sacarme alguna que otra sonrisa. Y pensar que al principio, cuando empezó a ir, me pareció una persona altanera y prepotente; pero ya se sabe como es el amor de caprichoso, te aborda sin quererlo ni beberlo, de sopetón y por sorpresa.


Y así fue como poco a poco empecé a creer de nuevo en el amor. Al principio nuestra relación fue un poco complicada, porque yo aún estaba muy herida por aquel año tan espantoso que pasé, y su pasado y el mío, no se podían ni ver, porque cada vez que salían a la luz y se encontraban, la situación se convertía en desastre.


Al principio pensé, que proveníamos de mundos diferentes. Yo una mujer soñadora, libre, romántica y al fin y al cabo muy niña aún, y él adicto al trabajo, hiperactivo y con un pasado muy muy marcado lleno de infidelidades y mujeres que le habían utilizado económicamente.


Aún me sorprendo cuando echo la vista atrás, y analizo mi año, un año agridulce, lleno de buenas y malas sorpresas, pero haciendo balance, probablemente uno de los mejores años de mi vida. Y mucho más ahora, que a tres semanas de terminar el año, aquel paciente que creí que no significaría nada en mi vida, se convertiría en el hombre que tanto deseaba, y en el padre del bebé que estoy esperando.


Y hoy, a día 1 de Enero de 2015, puedo decir que, gracias a mi cambio y gracias a ese afán de superación que me otorgó, mi propia seguridad, vuelvo a sentir esa felicidad maravillosa que te embriaga y recorre todo el cuerpo entre cosquilleos. Puedo sentir que soy amada, que soy querida, y que yo misma me enorgullezco de la persona en la que me he convertido.




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