jueves, 12 de marzo de 2015

Sol y Luna.

Cerca habéis estado. Cerca de un encuentro afortunado. Pero no está en vuestra naturaleza el estar juntos, Dios no quiso eso para vuestro destino. Quiso que os encontraseis una vez al día, en el breve espacio del ocaso, en esos minutos donde el cielo se tiñe de colores cálidos y las estrellas os brindan unos momentos a solas.


Un momento único donde ambos brilláis para otorgar a los mortales, una espectacular visión, donde os rozáis y anunciáis el preludio de un nuevo día, de una nueva oportunidad para muchos.


Os crearon como algo único y maravilloso, pero esa belleza se ve enturbiada por la distancia que os separa, y tenéis como fin último marcar el final de nuestra jornada, el final del día.


Pobre ella, que no le tiene entre sus brazos y no puede disfrutar de él cada vez que quiere cada vez que siente el deseo de amarle sin cesar, con principio pero sin fin. 
Pobre él, que no puede protegerla y mimarla con su calor, hacer que se vuelva cálida y que sus mejillas pálidas y plateadas tomen cierto color rosado.


Pobres enamorados que entre tinieblas planean sus encuentros fugaces, frente a la mirada de cientos de estrellas, que brillan a su alrededor proporcionándoles la más mínima luz, atenuando miradas y dando brillo a un amor que a penas es perceptible.




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